Llegó hace un par de días y aunque sea una welcome family (o sea, una familia provisional que me acoge sólo por un tiempo que una vez concluído pueden decidir si se convierte en definitiva o no) estoy contenta. Ya hemos hablado un par de veces por correo, incluso me han llamado.
Además, me voy a una zona residencial a menos de media hora de Indianapolis, capital de Indiana , que tiene alrededor de 850.000 habitantes y está situada en el huso horario más cercano a España.
Así que sólo estaré a seis horas y 6.000 km de casa durante once meses. Casi nada.
Por último está el instituto, solamente a tres kilómetros de mi casa. Apróximadamente 2.600 estudiantes. Poquitos, ¿verdad?
En amarillo Indiana, mi estado.
Estos dos últimos días los he pasado en Madrid, con mi familia, en el parque Warner y casi no he tenido tiempo de pensar y asimilar nada. He estado ocupada haciendo colas, mojándome y gritando en las atracciones.
Mañana, o hoy más bien ya que estoy escribiendo esto pasadas las doce, después de nueve horas interminables de vuelo pisaremos suelo americano y ya no habrá vuelta atrás. Los nervios se notan, las mariposas en la barriga han sido sustituídas por un enjambre de avispas asesinas y en la cuenta atrás ya no quedan días, sólo horas, y pasan muy rápido.
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